Todo el vino derramado, fue mi culpa. Las migajas del pan viejo, se deshacían con el vino de tu indiferencia en mi boca. Las harinas se mezclaba con leche tibia de tu cielo. Y mi llanto se escuchaba entre las voces de las sombras vigilantes. Yo sigo siendo un ángel, sin cielo y sin alas de santo. Yo fui el que rompió estrellas de papel en el firmamento. Todo el vino derramado, fue mi miel de abeja. ©E Nordin